El Yantar o la delicatessen de la Caleta

Comer en verano suele ser un horror. Las legiones de ocupantes de playa, chiringuitos y coleccionistas de restaurantes, impiden el disfrute de los gourmets. Una buena opción es localizar un entorno en principio veraniego y de destino turístico, y rebuscar alguna casa de comidas donde el producto sea el rey, y la personalidad del cocinero un aliciente. Así, en el entorno malagueño de la Caleta de Vélez, lugar populoso y concurrido en estas fechas, bien merece disfrutar de los productos del arrastre de los pesqueros que zarpan de ese puerto.

Existen dos lugares muy celebrados, donde encontrar mesa es tan arduo como aprobar las oposiciones de Registrador de la propiedad. Se trata de Chinichin puerto, y El Saladero, restaurantes de limpia factura en sus elaboraciones, aunque la dificultad de la reserva y la resistencia numantina de los camareros a salirse del guion, desaconsejan un tanto ambos lugares como la palestra ideal para disfrutar de las peladillas náuticas de la Caleta.

Pero cualquier agenda de un gastrónomo que recorre las Españas tiene que marcar a fuego el Yantar. Enclavado en la Mezquitilla, hay una sorprendente casa cuya sobria apariencia no puede ocultar la excelencia de la selección y la elaboración. Su titular, Paco García, es por derecho uno de los más francos representantes de la actual honestidad culinaria. Su carta es solo un punto de partida, porque la auténtica fiesta comienza con la oferta diaria que desde la lonja a la mesa se va despachando. 

Es inevitable comenzar por una deliciosa ensalada templada, coronada con quisquillas, las mismas que se sirven para reivindicación de las de este lugar. También tienen merecida fama las de Motril, pero su inefable sabor a pollo las distancian de esta dulzura y limpieza del arrastre. No podemos olvidar unas exquisitas almejas fritas, verdadero bocado en su minúscula expresión, el mismo mimo que en la fritura se aplica a la gamba malagueña o al excelso boquerón, auténtico tótem de esta cocina. Un potaje sorprendente para aliviar paradójicamente la caló, calamares, pescados, cortes carnívoros y todo lo que los parroquianos elijan. Porque en El Yantar hay barra de las buenas y concurridas.

Y para que nadie dude de que este es uno de los lugares más interesantes de todo el sur peninsular, la pasión enológica de Paco se manifiesta en una lujuriosa pizarra llena de Champagne, blancos y tintos nacionales y forasteros. O una versátil propuesta de generosos, donde destaca el fino Tradición en magnum. La contención del precio, el servicio con cara y ojos, y el gracejo de la casa invitan a este descubrimiento gastronómico para los que todavía quieran vagabundear el paladar estos días.

Comentarios