Cayetana Álvarez de Toledo es historiadora, formada en Oxford, periodista de opinión, pero sobre todo política. Auténtico animal parlamentario, brillante y combativa, también tiene tiempo para comer buen jamón y viajar buscando restaurantes.
¿Te consideras una persona libre?
Sí. La libertad pasa por asumir tu responsabilidad y yo procuro hacerlo en cada momento. Eso tiene un coste, pero creo que merece la pena pagarlo.
Tu libro Políticamente indeseable ¿es sinónimo de no callarse?.
Es un título polisémico. Por un lado, la primera impresión que tiene un lector, es que se refiere estrictamente a mí. Y en parte es verdad, en el sentido de que yo combatí lo indeseable en política, hasta que yo me convertí en políticamente indeseable. Y, en un segundo sentido, es un libro sobre los males que aquejan la política; es decir, las prácticas indeseables que la están corrompiendo. Si la política empieza a ser un sistema despreciado por los ciudadanos, empezarán a buscar alternativas fuera del orden, y eso es muy peligroso.
¿Cómo vencer ese pesimismo histórico de ser español?
Es una forma de mala educación. Un pesimista es un pelmazo y además un cobarde, que se sienta en casa y comotodo va a ir mal, y el apocalipsis es inevitable, no hace nada. En cambio, el optimista es el que baja a la arena, el verdadero progresista; el optimismo es una obligación política y moral. España ha tenido muchas épocas oscuras en su historia, pero también momentos de extraordinaria luminosidad, de grandes reconciliaciones, generosidad y con una arquitectura solidaria que ha durado siglos.
¿Tiene arreglo lo de Cataluña?
Existe la posibilidad de una Cataluña liberal. De que no sea un territorio ensimismado, narcisista, obsesionado; un proyecto identitario condenado al fracaso. Puede haber otra liberal, abierta, tolerante , luminosa, engarzado a la modernidad política. Para eso hace falta tener un proyecto político constitucionalista que haya estado en pie 40 años sin interrupción. España es el único país de Europa o del mundo donde el nacionalismo se considera sinónimo de moderación y centralidad, en otros países un nacionalista es un reaccionario, un radical, un trivalista, un anticuado y un decimonónico, o algo más retrasado. Y aquí se le considera el epíteto de la vanguardia, lo más ‘guay’. Hay que deslegitimar al nacionalismo como ideología y dar a esa mitad que ha sido apartada, abandonada y maltratada,
durante tantas décadas, presencia, prestigio, poder, presupuesto y dinero. Hay que invertir en la otra parte de Cataluña.
Tú le dijiste a tu maestro Elliott, como historiador, que
le habías traicionado por la prensa y luego por la política. ¿Cuál será la siguiente traición?
Bueno, mi maestro murió hace un mes, con lo cual, lamentablemente, ya ni siquiera podría decir nada censurable. La tristeza es que antes de su muerte habíamos acordado hacer un libro juntos sobre muchos asuntos que fueron centrales en su vida y, después, en la mía, pero de perspectivas muy distintas: el tema de España; la Universidad; la transición del espíritu crítico; el revisionismo histórico y las relaciones entre América y España. También, esta nueva ola de indigenismo, revanchismo racial, completamente ignorante, grotesco y oportunista. Ese libro quedó pendiente.
¿Sobrevivirá la prensa al totum revolutum de las redes sociales?
Hay que restaurar la verdad en el discurso público, los hechos frente a las opiniones. Vivimos en un mundo en que los hechos se han convertido en opiniones, y las opiniones en hechos. Ha desaparecido el mediador, el papel del medio de comunicación era ordenar el mundo, establecer una jerarquía sobre la información y sobre la importancia de los hechos, e introducir el factor de la verdad. Se va hacia medios más pequeños, de audiencias menores de las que antes teníamos, sin embargo con una enorme capacidad de influencia; yo creo que eso también sirve.
¿Cómo ves el fenómeno de la gastronomía?
La marca España es gastronomía. Muchas veces no se le da ese valor, ni la importancia suficiente. Como en España no se come en ningún otro país del mundo. Lo mejor que hacemos los españoles es cocinar; no yo, que cocino regular. Y la política no se ocupa de este asunto. Habría que protegerla y promoverla como el gran recurso que tenemos. Como la industria escondida.
¿Y dónde come Cayetana?
En muchos sitios. En Estimar de Barcelona, la sala más bonita de España. En la barrita de Gresca, sobre todo. Son experiencias maravillosas. En campaña compensaba la dureza del día con el restaurante. Cada noche buscaba un sitio al que ir, un momento de felicidad y placer. Etxebarri es mi sitio favorito del mundo, podría comer allí todos los días. Me gusta tanto el sitio como la comida. Bittor me parece un personaje maravilloso, como de cuento, mezcla de timidez y talento maravilloso, y su comida entre suculenta y delicada, es una maravilla. El bar FM de Granada es otro de mis sitios favoritos. En Madrid tengo tambien sitios a los que voy mucho, como la Buena Vida, que me encanta. Carlos es buen cocinero, muy tímido y maravilloso, y Elisa sabe mucho de vinos. O el nuevo Verdejo que ha sido un éxito, con lo difícil que es hacer una transición y lo ha conseguido. Por supuesto, el Joselito donde como a menudo. Y A’Barra donde me gusta encontrar a Valerio Carrera, el sommelier, un sabio capaz de exhumar y ennoblecer los vinos más insólitos.
¿En campaña electoral se come mal o no se come?
No se come. Perdí mucho peso. Estaba demacrada; no tengo suficientes reservas. El esfuerzo físico es enorme y el agotamiento inmenso. Sobre todo una campaña en Cataluña, con momentos de gran tensión.Por las noches me tenía que ir en peregrinación por los restaurantes de Barcelona. Fue memorable. Era la cara B de la campaña.
¿Los últimos acontecimientos del PP te dan la razón?
Sin duda. En mi caso, que soy una persona poco paciente, he tenido que esperar muy poco. Los hechos han dado la razón a mi libro, para alegría de mis editores, y para un cierto sentimiento de reivindicación propia. Te sientes menos sola, respaldada por los hechos.
¿Cómo te ves en el futuro?. ¿Cayetana Alvarez de Toledoes un género en sí mismo?
No, eso supera las ensoñaciones narcisistas, incluso las mías [risas]. Yo tengo una vocación política de cura dificil. No hay terapia para esto. Conozco muchos políticos afectados por este mal, con lo cual seguiré siendo política esté o no dentro de los cauces convencionales defendiendo, que es lo que a mí me importa.
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