Los
bares –con moderación y espíritu crítico, entiéndanme bien— son el mejor
refugio frente a un mundo que se nos está quedando feísimo. A veces, uno solo
quiere aposentarse en una barra, ponerse la camisa de tabernario y aislarse de
una realidad que debemos conocer, pero de la que renegamos fervientemente. Hoy,
yo me quedo –y les invito a hacerlo conmigo– en la barra de Viva
Madrid, la taberna centenaria e insólita que el
grandísimo bartender Diego Cabrera y sus socios rescataron del olvido, y que
hoy vive una segunda (o tercera) juventud con sus cócteles de
autor y
ese buen rollo que siempre desprenden sus bartenders. Denme uno de esos
exquisitos elixires: la realidad no me gusta y se me atraganta. Así baja mejor.
Muy
cerquita de su coctelería más conocida, Salmon
Guru, justo frente a la salida de actores del Teatro
Español, se da uno de bruces con este histórico local, comercio centenario que
comenzó a funcionar como taberna ilustre en el año 1856. Este local, que tanto
queremos los madrileños, tuvo dos momentos especialmente dulces. En los felices
años 20 era uno de los imprescindibles del bebercio elegante de la capital,
como el Cock o Chicote. Años después, los rebeldes niños bien de la Movida
Madrileña se enamoraron de su cerámica belleza. Diego
Cabrera, Ricardo García y Gustavo Dipasquale se apiadaron de las pobres almas
de sus parroquianos y le devolvieron a la vida. Lázaro, levántate y bebe.
La
carta líquida de Viva Madrid es cambiante, apetecible y tan creativa como todo
lo que sale de la efervescente cabeza de Diego. Se compone de más de una
veintena de combinados de creación para todos los gustos, preparados
amablemente por Dellanira, Elena, Iuliana y Ángel. Para los amantes de los
tragos contundentes, les recomiendo las versiones que hacen del negroni y el
gimlet. El primero (our groni), además de vermú, Campari y ginebra, está
enriquecido con un tequila Don Julio blanco macerado en orejones y pimiento
chipotle y sal ahumada. El segundo, like gimlet, es el resultado de mezclar gin
macerado con hinojo y cilantro con vino fino, cordial de lima, vinagre
balsámico y amargo de melocotón. ¿Algo más primaveral? Nos quedamos dos
propuestas: una frutal y picante, su Thor (mezcal Unión, sirope de avellanas y
mango picante, zumo de limón y amargo de cacao) y otra tan refrescante como el
orange blossom, a base de pisco Demonio de los Andes, puré de maracuyá, agua de
azahar, sirope de pimienta rosa y refresco de lima-limón. También tienen
algunos cócteles tipo sour y opciones sin alcohol.
Como
esta coctelería tiene alma de taberna, el chef ejecutivo de Cabrera, Víctor
Camargo, diseña cartas con guiños
tradicionales y chulapones, también con su puntito moderno. Hay gildas, pero con encurtidos a la mostaza verde; las
bravas tienen una salsa de ajo negro y chile ancho, y el pepito de ternera
posee alma de shawarma y se acompaña de pimientos asados y pico de gallo. En el
postre, gócenlo con la tarta de chocolate con mezcal y helado de avellana.
Diego
no para de darle vueltas a la sesera para hacer cosas diferentes. El último
domingo de cada mes monta un brunch
tematizado, con música, buenos platos, bebercio fino y ganas
de pasarlo bien. Además, organiza sesiones de guest bartending, o lo que es lo
mismo, invitan a cocteleros de prestigio o prometedores a que acudan a Viva
Madrid a presentar sus cócteles. Además de ayudarnos a pasarlo bien, este
argentino está consiguiendo que la capital sea un escaparate de las últimas
tendencias en mixología. Por si fuera poco, acaba de presentar su nuevo libro y
ha inaugurado Dpickle Room en la planta inferior del Dspeak del chef
«biestrellado» Diego Cabrera. Ambos se han hermanado en un proyecto que une
cócteles, rock y una corta pero apetitosa carta, de la que prometo informarles
pronto.
La ensaladilla chic. En esta casa, además de dar una alegría líquida infalible y única, han decidido masajear los estómagos. En la carta, la propuesta de una ensaladilla que llaman rusa: ahumados, olivas griegas y una base indudable de goce. Como todo lo que tiene que ver con este refugio de tabernarios.
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