Siempre ha habido cenas
con espectáculo. Y mientras escribo estas líneas, me invade la
misma mezcla de pereza y horterismo que seguramente usted, querido y refinado
lector, siente al recordar el 90 por ciento de este tipo de eventos a los que,
en un pasado más o menos reciente, tuvo que asistir. Refugio
de despedidas de soltero y soltera (nunca sin la horripilante diadema o banda
genital), de cincuentones dispuestos al desmadre y de compañeros con ganas de
ahogar las penas de la oficina en alcohol, si la calidad del espectáculo solía
ser mediocre, imaginen la de la oferta gastronómica.
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| Restaurante Arrogante |
Solomillos secos, salsas al
perfume de Avecrem y coulants de quinta o sexta gama conformaban el grueso de una
oferta para entregarse con fervor al ayuno permanente, o al menos hasta que la
noche acabara. Pero las cosas han cambiado recientemente. Y menos mal que dicen
que no hay nada nuevo bajo el sol, porque afortunadamente no es así. En los
últimos tiempos, asistimos a un renacer de los dining shows que los aficionados a la buena mesa
celebramos. La noche es breve, y poder tenerlo todo junto y a mano es de
agradecer. Que al precio que está la gasolina, es mejor ahorrar desplazamientos
y ser sostenibles. Viva la ecofiesta.
En Madrid, esta tendencia
empezó a despegar poco antes del comienzo de la pandemia y ahora es una de las
apuestas claras de muchos gastroempresarios. Algunos, claro está, allanaron el camino. Se me viene a la
cabeza El Barbara Ann del grupo Viva
Las Vegas, que le dio tanto rollo rocker a este local de Alonso
Martínez. En las antípodas musicales, El
Corral de la Morería, un lugar histórico de los aficionados al
flamenco, consiguió en 2018 una estrella Michelin con David García al frente. Tuvo mérito conseguirla con un comedor anexo
al tablao tan reducido. Esperemos que puedan recuperar su macarrón, ya que
estuvieron cerrados año y medio: el talento del chef lo merece.
No podemos dejar de lado al Bule
Bule, de los mismos socios, que fue también muy rompedor en su
día y abanderó una cocina callejera de calidad con un buen show. Sandro
Silva y Marta Seco, del Grupo Paraguas, también supieron ver el potencial de un buen espectáculo con cocina de
calidad. En 2016
completaron su Amazónico con The Jungle Jazz Club, un espacio con carta sofisticada y la mejor música en
directo. En 2019 volvieron a dar el pelotazo con Aarde, un concepto africano y sensual en plena plaza de la
Independencia donde también hay pinchadiscos. Ambos espacios tienen una cocina
exquisita, no apta para todos los bolsillos: la beautiful
people de Madrid también quiere comer bien.
Otro sitio para soñar es Nômadâ, arrasando desde finales del pasado año. En uno de los pocos
edificios brutalistas que quedan en Madrid nos encontramos, en plena Milla
de Oro, un impresionante espacio, rodeado de vegetación y agua,
con una oferta culinaria a caballo entre lo árabe y lo andalusí y cuidadísimos
cócteles, dignos de la mano de Sherezade. Aquí también tienen Ishtar, un espacio discotequero, pero
refinado, donde bailar al son de djs de prestigio internacional o disfrutar de un buen
champán. Por cierto, que Kike
Sierra, el propietario, también es socio de Panthera, pura fusión de sabores latinos y orientales que, al llegar
la medianoche, se transforma en un club para los fiesteros más impenitentes.
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| Restaurante Nômadâ |
Y ahora todo el mundo habla
de Totó, el nuevo restaurante de Rafa
Nadal y sus amigos VIP, que además de exquisita cocina italiana, tiene
un escenario central increíble, con un piano, y muchos papeles para ser un must de la temporada. En provincias también
empezamos a tener algunos ejemplos de esta tendencia del dining shows que tanto
nos está entusiasmando en Madrid. Los barceloneses son más tradicionales en cuanto a modelo
de negocio, aunque hay algunos sitios en los que se come sorprendentemente bien
y siguen esta filosofía.
Uno es Sumac
& Mambo, con comida agradable, buenas cervezas y música.
Es indispensable, por supuesto, ir a Gatsby –los señores, de manera obligatoria, con camisa de
cuello— para gozar de sus exhibiciones y platos mediterráneos. La
Textil también puede ser una buena opción, si se quiere algo
más tranquilo. Cruzando el Mediterráneo, es especialmente célebre Lío, en Ibiza, un cabaret con fama internacional.
Si nos lee por aquí alguien
de Sevilla, seguro que saben lo mucho y bien que se habla de Maquiavelo, un restaurante a orillas del río con una terraza
alucinante, con más de mil plantas de 90 especies diferentes, y un enfoque
artístico único en esta ciudad. Y ya acabo cerrando este repaso
gastronómico-festivo con el murciano Odiseo, que tiene estrella Michelin y una decoración apabullante. Como siempre, no tiene un
rango de precios democrático, pero tampoco el aceite de girasol, y eso sí que
es para lamentarse.


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