Lucía
Grávalos es una joven y talentosa cocinera riojana. Dicha esta
premisa casi todo el examen de su coquinaria podría resumirse en dichos
elementos: de modo que su arrolladora personalidad y el arraigo de la tierra,
marcan los brillantes pases con los que enhebra su menú degustación.
Lucía Grávalos en Mentica |
Como reza el célebre aforismo completo de Eugenio
D’Ors, «sólo hay originalidad verdadera cuando se está
dentro de una tradición. Todo lo que no es tradición es plagio». Y a ello se
encomienda una cocinera que reivindica por derecho y sin tapujo alguno, la
cocina, incluso el recetario de su abuela. Todos los aromas, saberes y sabores
de Calahorra están
compendiados en un poderoso ejercicio de autenticidad y de clasicismo renovado.
Porque aquí hay una clásica manera de entender la cocina, a pesar de que esta
nomenclatura pueda parecer estrecha para encerrar el gancho contemporáneo de
Lucía. Los caparrones con sus sacramentos, las magras de cerdo, la oreja, el
cordero, y una auténtica antología verdulera son pellizcos profundos de una
memoria que se hace viva en Mentica.
Auténtica fiesta de la alegría riojana, que expresa la
trilogía del bacalao, en brandada, cococha o callo, en las peras de Rincón
de Soto, en los guiños de los aperitivos de los bares de
La Laurel, y en todo lo que se despacha sin necesidad de otra coartada que la
precisa mano de una cocinera contenida y desatada a partes iguales.
La sorpresa de un comedor en el centro de la capital, en la
arteria de los bulevares es total, a lo que ayuda la calidez de la sala y la
factura de gustosa presentación de cada uno de los bocados. Sin estridencias ni
rimbombancias comemos en el siglo XXI con el rumor de muchos años pasados. La
sala es también manejada con mucha solvencia y empatía, y la carta de vinos adquiere coherencia y la suficiente gracia
para no reventar la cartera ni epatar a los diletantes. A anotar, los gozosos
cócteles con verduras. Disfrutar, disfrutar, con este pedazo hermoso de La
Rioja en Madrid.
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