El inefable e inquieto cocinero de origen rumano Cata Lupu ha creado un pequeño santuario del fuego en la burguesa localidad de Pozuelo de Alarcón
La onda expansiva del Madrid gastronómico llega a la burguesa localidad de
Pozuelo de Alarcón. Mucha clase media con alguna pretensión está afincada
en una ciudad, que se cuenta que entre las de mayor renta per cápita del país.
Paradojas de la vida, a muchos ejecutivos de esta zona próspera no les da por
crear una ruta coquinaria de primer nivel. Pero hay un brillante oasis
llamado la Taberna de Elia. Tópicos fuera, ya es considerada esta casa de
felicidad uno de los inevitables destinos carnívoros, para cuando los gatos
dejan las raspas del pescado.
El inefable e inquieto cocinero de origen rumano Cata Lupu ha creado
un pequeño santuario del fuego para adormecer los mejores cortes cárnicos que
se despachan por territorio madrileño. Carnes de wagyu, la rosada de la
sierra de Guadarrama, gallegas, portuguesas, el black angus, desafían los
paladares frágiles y la memez de escaso recorrido científico, que apostilla que
la carne no es saludable ni euforizante. Son tan jugosos y medidos los
puntos, sin necesidad además de recurrir a maduraciones excesivas hoy tan de
moda, que a uno se le erizan los pelos ante la perspectiva de que Cata y su
cuadrilla te exhiban una gloriosa pieza vacuna o de buey, en este caso por lo
general cinqueños, y con una maduración de mayor fondo. Puro placer de los
sentidos para abandonar convenciones.
La lujuriosa carta con los pecados de la carne tiene bonitos antecedentes
de no mucho despiste. Como un más que estimable tomate de todo tiempo, un
glorioso pisto coronado con huevo del corral, un surtido de cecinas, o el más
que digno bacalao que aquí también pasa por la mesa de operaciones de la brasa.
Además, la alegría de este restaurante que no olvida su origen tabernario,
se completa con una larga, sugestiva, y bien aclimatada en precio carta de
vinos. Si a su vez la mesa y cristal son servidos por una batahola de buenos
camareros, Pozuelo bien vale un alto en el camino.
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