Ubicada en la distinguida calle Serrano, en Madrid, esta
taberna con alma gallega ofrece un ambiente canalla, cocina tradicional con
regusto atlántico en horario ininterrumpido y queimadas todas las noches.
Conociendo Madrid con la profundidad de un gato callejero,
uno no se esperaría encontrar en plena calle Serrano, después de dejar atrás
las lujosas boutiques de su tramo más noble, un refugio para crápulas y amigos
del buen comer. Pero Kike Sierra, empresario hostelero empeñado en revitalizar
Madrid con conceptos distintos y con mucho rollo, es capaz de crear la magia
allá donde va, como ya demostrara en otros proyectos en los que participa como
socio, como el archiconocido Panthera. Bar Carallo, establecimiento 100 %
propio, está ubicado en lo que se ha bautizado como Galerías Serrano, un
proyecto que integra, entre los números 41 y 45 de la aristócrata calle, en uno
de los pocos edificios de arquitectura brutalista que quedan en Madrid, otros
tres conceptos, además del bar que nos ocupa: Nômadâ, de cocina de raíces
árabes con tintes mediterráneos y andalusíes, Ishtar, donde tomar buenas copas,
y, próximamente, Astro, un concepto de estética futurista y oferta aún por
concretar. En Bar Carrallo, que recibe al comensal con un «quérote Madrid» con
el que declara su amor por lo gallego y lo castizo por igual, se pone en valor
y se actúaliza con modernidad y finura la cocina tradicional de la esquina más
atlántica de España. Son imprescindibles los mejillones, las fresquísimas
ostras y los berberechos, el pulpo en diferentes versiones, el lacón, las
croquetas, la tortilla de patatas, que se prepara al estilo de Betanzos con
huevos de gallinas que viven en libertad en el Pazo de Vilane (Lugo), y el
entrecot de vaca rubia gallega. Tanto en la orilla dulce como en la parte
líquida de su propuesta se encuentran también alusiones directas a su esencia:
hay tarta y tabla de quesos gallegos, cerveza Estrella Galicia y una carta de
coctelería con referencias como el Finisterre o el Galicia Mule. A las amplias
posibilidades de desayuno, brunch, comida y cena que ofrece se suma también la
queimada, bebida a base aguardiente con ritual para purificar el alma e invocar
a las meigas, que se celebra cada noche en la animada taberna. Algún poeta de
hoy dudosa memoria dijo que Madrid es el rompeolas de las Españas. Y por eso
cuando uno se mete en ese laberinto que parece Blade Runner de la calle Serrano
dice cómo puede ser esto una taberna. Pues sí, es moderna. Y por eso el mundo
galaico que tanta fortuna ha tenido en la capital aquí es santo y seña.
Seguramente no sea lugar de culto para esos paradores fi nos que quieren que el
pulpo haya tenido estancia en Orense, o que quiera la croqueta amanse las fi
eras. Carlos Marigorta con su mirada miope y larga dice que Madrid es esto y mucho
más. Cualquier noche perdida en Carallo es grandeza. Ir acumulando en el morral
de las emociones lugares de peregrinación en noches perdidas es algo más que
vivir una ciudad. Esta que hoy es lugar de destino para todos los vagabundos de
media Europa. Óscar al frente de la sala y su gente, una barahúnda de
auténticos legionarios de la barra y de la mesa son cómplices de un garito que
huele y suena a funky. Cuándo suena la música misteriosa y algo de muñeira
donde se invoca la Santa Compaña y se enhebra una queimada, el pulso de la
ciudad se para. Todo con sonido negro y gallego.
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