Meretrices y libres

Vivimos en una sociedad moralista, mejor de moralina. La izquierda ideológica, apostada en tribus universitarias y en medios de comunicación cuyos dueños cuentan el parné mientras recuerdan que una vez leyeron a Marcuse, viene desde hace tiempo repitiendo el catecismo que dice cómo vivir. En su monserga bienpensante la última diana se llama pornografía y prostitución.


Difícil es intervenir en los sueños húmedos de las personas, pero estos desheredados de Huxley aspiran a construir y programar el imaginario y la cotidianeidad de la ciudadanía. ¡Que estimulante debe ser sentirse moralmente superior a los demás, enarcando una ceja para descalificar a quien limpia sus pasiones mirando! La fantasía es patrimonio al alcance de cualquiera, a pesar de estos monaguillos de incensario tristón.

Item más la prostitución, ese oficio tan viejo como el mundo, está en el punto de mira parlamentario gracias a una iniciativa del grupo socialista que persigue su erradicación. Nadie puesde apoyar el delito que penaliza la trata de personas, la extorsión, el secuestro o la amenaza, y en eso no hay matices, porque la explotación de un ser humano repugna a cualquier sensibilidad.

Ahora bien, el ejercicio libre de una actividad sexual que supone el intercambio voluntario y adulto de placeres, tiempo, que eso sí que hoy es una perversión, o lo que venga en gana, no debería de ser siquiera examinado. Y dentro de una relación estable, fuera, valga el género o construcción, aspiración que sea. Tópico es decir, que sus aspectos tributarios, laborales, o en algún momento sanitarios, podrían ser tratados de modo análogo a cualquier aspecto de la vida que tiene eficacia económica y relevancia social.

Estos nuevos puritanos, que luchan contra la sombra de la libertad, tal vez añoren la sórdida época de los pisos de tolerancia en blanco y negro, o el meublé con el que se solazaban en el franquismo los pequeñoburgueses.

Que cada uno viva con su espejo, y no con el catón de la ética de tanto aburrido. Meretrices y libres. No hay otra. Sin delictivos proxenetas ni redes de extorsión, con una sociedad madura en la que cada uno llegue con respeto y tolerancia donde su imaginación permita.

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