En este 2022 se cumplen 500 años de la
desaparición de Elio Antonio de Nebrija. Y sorprendentemente en
este país tan cainita, ha habido unanimidad en todos los sectores políticos y
sociales en destacar el importantísimo legado del humanista nacido en Lebrija.
Ojo, ni una discrepancia en todo el arco parlamentario. Así, estamos
conmemorando el llamado año Nebrija, donde todas las líneas del pensamiento y
activismo cultural de este impagable divulgador de la lengua castellana están
examinadas.
Traductor, editor, impresor,
historiador, poeta, cronista real, se interesó por la ramas del saber, que
incluían el derecho, la medicina, o la astronomía. Este precursor de los
saberes, de la difusión del pensamiento clásico, fue el autor de su célebre
Gramática, primera en las lenguas modernas, y apasionado defensor de la lengua.
Qué paradójico resulta que se
reivindique la figura de este auténtico alcaloide del conocimiento, en tiempos
de acoso y derribo al castellano. Lengua que hermana más de 500 millones de
hablantes de diversos países y territorios y que lleva en sí misma un patrimonio
de riqueza cultural y axiológico único. El castellano está tan vivo que va
festoneando las sociedades incluso en el siglo XXI. Uno de los valores muy
presentes de Nebrija supone que la vitalidad de una lengua está por encima de
las contingencias, y de los límites sociales. Se trata, sin duda, de mantener
viva la tradición de tolerancia y de aceptación de nuevas realidades,
principalmente cibernéticas, para poder seducir a las generaciones que de modo
palpitante hablan el castellano. No podemos abandonar la batalla porque aunque
quien manda en la lengua es el que la usa, debemos marcar pautas. Todo desde la
tolerancia, que es la auténtica guía. Nebrija sin duda hubiera sido adalid de
Internet.
Qué importancia tiene la apología
humanística de quien también estuvo en Bolonia sobre la libertad de expresión.
Las amenazas actuales desde la corrección política, las blandas dictaduras de
lo bienpensante, chocan mal con la amplia visión de quien no cejó en su medio
siglo de vida y de activismo, en propagar los luminosos senderos del hombre. El
humanismo puede ser la solución frente a tanta estulticia de gobernantes de
poca talla, y al voraz apetito de las multinacionales de la sociedad del
entretenimiento.
Nebrija también fue
pionero en la defensa de los derechos de autor del artista. Tenemos tantas
lecciones que aprender de este pensador, que congratula poder navegar por la
obra y el rumor intelectual de uno de nuestros grandes. En tiempos de mucha
nadería cultural, emerge totémica la dimensión de este polímata. Perseguido por
la Inquisición, luchó por la libertad de la palabra, y apostilló en definitiva
que “la educación intelectual y moral debe anticiparse al uso de la razón”.
Hoy, revolucionario.
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