Por
lo común, el dinero o los recursos del fondo de las despensas, permiten
alcanzar las bendiciones apostólicas y de la crítica. El alma de un restaurante
es algo tan insondable como el corazón de un político. Más aún en tiempos de
maremagnum de aperturas, como poemas fallidos de amor, pues prácticamente
vivimos en el ay permanente de la levantá de cierres insustanciales y rápidos. Hay
una casa de mucho prestigio capitalino llamada Pescaderías Coruñesas, que lleva
marcada el sello de la excelencia en la selección de las bajuras marinas. Su penúltimo episodio es un lugar insólito y
celestial, Desde 1911. Y tiene ángel.
Por eso, la carta es voluble como las emociones del comensal, nunca hay evangelios y cada día es pura grandeza. Así, por poner un caso: excepcionales moluscos a la brasa, mastodónticas almejas de carril en salsa verde, sashimi y ceviches de besugo de Tarifa, guisantes limpios con erizo de mar, monumental marmitako de langosta, pimiento relleno de txangurro, y el mejor rodaballo de nuestra memoria… Vinos nacionales de culto, con la firma del estupendo sumiller Sergio Otero, cálido rincón de tiempo detenido. Un día de gloria.
Cocina 9
Bodega 9
Sala 10
Felicidad 9,5
Comentarios
Publicar un comentario