Cuando se entra en este singular espacio para las cosas del beber y de la manduca, hay una cita de Woody Allen que se enseñorea de aquél, y que reza como sigue: «No sé la clave del éxito, pero sí que la clave del fracaso es intentar complacer a todo el mundo». Carlos Valdivieso se ha aplicado esa máxima, pues a pesar de su bonhomía de gente del sur no acepta transacción alguna que no sea la autenticidad y el amor insobornable al vino. Experto en telecomunicaciones, Carlos sintió la llamada de la sangre tabernaria en 2014, la que le trajo desde el pueblo granadino de Huéscar a los Madriles. Con su mujer, Sonia Delgado, auténtico comodín todoterreno, forman un tándem de alegría enogastronómica en el foro.
En dos
locales contiguos, separados por un portal, está Valdivieso, que en sus escasos
años de apertura es local marcado a fuego entre los que van siendo alcanza do
por la onda expansiva del boca oreja en la capital. En el barrio de
Embajadores, pura explosión mezclada de gentes de todas partes, entre lo
castizo y lo multicultural, se encuentra esta taberna con hechuras de
restaurante. Cocina
con alma. Y a fé que lo que se despacha en esta casa tiene ese amor de lumbre
del recuerdo de la abuela.
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